Al pensar en los juegos de Stefan Brüggemann con el lenguaje --neones, grafitis, esténciles, entradas de diccionario, advierto la fisonomía de un lenguaje incomprensible. Despedazamientos de la verdad, mutilaciones del sentido. El desgajamiento de la palabra, las capas sobrepuestas de la voz provocan fascinación, perplejidad, sospecha. En un edificio en Folkestone, el artista corona la cornisa de la casa de tres pisos con hoja de oro e inscribe en la fachada un enorme garabato que dice OK. La tinta del aerosol se escurre como se escurre también su significado. ¿Son esas dos letras aceptación, denuncia, conformismo, disenso? La más simple afirmación se convierte en signo que interroga.
Fue Octavio Paz quien habló en algún momento del lenguaje como un árbol calcinado. Las palabras: puentes, pero también jaulas, pozos. En uno de sus poemas más tempranos miraba ya la palabra como el principio de la exactitud y la confusión:
herida y fuente: espejo;
espejo y resplandor;
resplandor y puñal
Y en sus ensayos políticos, el poeta advirtió que el primer signo de la corrupción en una sociedad es la gangrena de su lenguaje. Por eso exigía que la crítica social comenzara con la gramática y el restablecimiento del significado. Las intervenciones de Brüggemann, arte y crítica en un mismo gesto, llevan ese cuestionamiento a la víscera, a la grafía misma del lenguaje. Palpar el cuerpo deforme de la palabra, ver el centellante brillo de las letras, escarbar en la orografía de los dichos, atrapar apenas el último tramo de un parlamento. Arqueología de voces: la portentosa ruina del lenguaje.
“Esta obra se destruye cuando la dejas de ver y es restaurada cuando la miras.” Como sentencia esa pieza, el observador crea y protege la obra, la completa, la resucita. Atrapado por la pieza, el observador se agita en la red de las provocaciones. Miro en las pinturas doradas de Brüggemann un eco de Mathias Goeritz, pero advierto pronto que la contemplación de esos lienzos perturba: el oro no es revelación, es ocultamiento de un mensaje, no es un dispositivo que conduzca a la elevación sino artilugio que muestra que el sentido ha sido sepultado con brillos. La pátina de oro no es aquí halo de dioses, corona de reyes o diente de fantoches, es humus, tierra, tiempo.
Una hoja se planta con dos caras. Al filo de esa vieja herida sin cicatriz, al borde de nuestro norte y de su sur, por encima del pasadizo secreto que conecta los submundos de México y Estados Unidos, se eleva un manifiesto de dos sílabas. Truth / Lie. Letreros de bienvenida al presente. La verdad le cuida las espaldas a la mentira. El zumbido eléctrico del neón, su brillo intermitente muestra en el letrero gigantesco el fundamento de nuestro quebranto: la incrustación de la una en la otra. No se ha impuesto la mentira, se infiltrado en la verdad. Hemos perdido la malla que permitía apartar los engaños del discurso permisible. Hemos convertido al farsante y al patán en héroes de la autenticidad.
La pieza de Tijuana insinúa movimiento: el observador imagina el giro de los significados porque entiende verdad y mentira como fichas intercambiables. Nuestro trato con la realidad es un volado: ¿caerá la moneda en águila o sol?, ¿será verdad o mentira? ¿Qué más da? ¿A quién le importa?
Esa indiferencia ha sido devastadora. Lo más grave no es que las mentiras se impongan sobre la verdad, sino que las fronteras entre una y otra se diluyan. Lo anotaba Brüggemann en un apunte para preparar esta intervención:

Lenguaje erosionado
Significado erosionado
Discurso erosionado
Paisaje erosionado
Paisaje mental erosionado
El espacio de la publicidad proyecta en líneas fluorescentes el mensaje del poder. ¿Es el mercader o el dictador quien nos habla? Campañas para la temporada otoño invierno: Seducir es engañar. El odio nos une. Somos inocentes, sólo aquellos son culpables de todo. El azul, blanco y rojo de las letras enormes captura las coartadas de la tribu. El nacionalismo es indiferencia a la verdad, dijo George Orwell. Para qué perder el tiempo buscando explicaciones a lo que pasa si la verdad tiene un propietario caprichoso. Cedámosle a él el instructivo del juicio. El nacionalismo es el sello que cancela la curiosidad por lo distinto, es proscripción de la duda que puede ser tenida por deslealtad; es orgullo de las farsas si es que son las nuestras.
La letra Arial de doble línea que se despliega en el anuncio, tiesa, esquelética, helada es marcial. Será que así se muestra de mejor manera que más que exploraciones, las letras de las dos palabras contienen una orden. El poder, sea de gobierno o de empresa, impone verdad. La realidad no se descubre, se decreta. El doblez del signo es una denuncia, una burla, un juego.
Dime desde dónde miras y te diré qué crees.
Jesús Silva-Herzog Márquez